De acuerdo con la psiquiatra Ruth González-Serratos; se define como abuso sexual a cualquier hecho en el que un menor de edad se involucre en actividades de índole sexual e inapropiada para la edad que tiene. Se caracteriza por parte del agresor pidiéndole que guarde el secreto utilizando el chantaje y la vergüenza para que no hable de lo sucedido ni pida ayuda. Estas experiencias son extrañas, desagradables y traumáticas para las y los menores (17, p. 14).
La diferencia de estos dos términos radica en una diferencia de edades entre la víctima y el victimario, así como su vulnerabilidad ante estos. El abuso sexual son todas aquellas acciones que se cometen en contra de una persona menor de edad, esto incluye desde palabras indebidas hasta presión para mantener relaciones sexuales. Recordemos que todas las personas de 18 años hacía abajo siguen siendo calificadas como menores de edad (de acuerdo a la ONU). Todas las acciones de abuso que se cometen contra las infancias las privan de una vida plena y un desarrollo correcto.
Como seres humanos siempre estamos conviviendo con las demás personas, en casa vivimos con nuestra familia, en la escuela tratamos con profesores y alumnos. Dentro de estas “esferas sociales” y bajo el modelo occidental en el que vivimos, siempre estamos respondiendo a alguien más. ¿Te has preguntado por qué hablamos de “usted” o de “tú” con ciertas personas? Es normal que hagamos estas diferencias porque reconocemos que hay personas con “mayor rango” que nosotros ya sea por edad, oficio, conocimiento, etc. Sin embargo, estas relaciones no se forjaron de manera natural y son construcciones sociales que permiten que existan “jefes” y “subordinados”. Las relaciones de poder que se desarrollan en la sociedad patriarcal capitalista son de dominación/subordinación entre los géneros (Villarreal, A., 76).
La Teoría del Género establece que las relaciones de poder están presentes en todos los ámbitos de la esfera social, tanto en lo público como en lo privado. Todas las personas caemos dentro de una estructura social, que, desde el feminismo, éstas dinámicas se ven atravesadas por la vida en pareja, los roles de género y el papel que se desempeña en la familia (Guillen, N. P., 2004). Lo que complica que las víctimas de diferentes violencias no busquen ayuda son estas mismas relaciones de poder. Comprender que estos constructos sociales nos afectan en la manera en la que nuestras vivencias son percibidas es reconocer que son problemas complejos que requieren apoyo de las personas que rodean a quienes viven estos abusos.
La manera en la que nos relacionamos con las demás personas, es un reflejo de la imagen que tenemos de nuestra persona. El respeto viene desde la empatía, somos capaces de ver problemas o situaciones que pueden ser parecidas o no a las nuestras. Es la capacidad de trabajar en armonía para formar sociedades empáticas y sensibles a problemas complejos. Se considera que el respeto son las acciones que tomamos hacia las demás personas para reafirmar la idea que tenemos de nosotros mismos donde, al mismo tiempo, también se reconoce el valor de las personas (Núñez, P., 2007).
En un contexto educativo, las adolescencias e infancias construyen su propio valor, o respeto, por cómo se relacionan con sus iguales, moldean su comportamiento a partir del refuerzo que le den a sus acciones, valores y principios.
De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas, son aquellos actos que provocan un daño físico o emocional a una o varias personas en razón de su género. Esta violencia se origina en la desigualdad de género, el abuso de poder y la existencia de normas dañinas.
El término se utiliza principalmente para subrayar el hecho de que las diferencias estructurales de poder basadas en el género colocan a las mujeres y niñas en situación de riesgo frente a múltiples formas de violencia. Si bien las mujeres y niñas sufren violencia de género de manera desproporcionada, los hombres y los niños también pueden ser blanco de ella (ONU España, 2018).
Se caracteriza por el intento de causar daño a otra persona mediante mensajes o discursos, que pueden incluir insultos o términos tabú, aunque no son imprescindibles para generar malestar psicológico. Su objetivo es generar ansiedad y afectar negativamente la autoestima y la imagen personal del individuo afectado.
Cualquier cosa que una persona haga a propósito para lastimar físicamente a alguien más se considera violencia física. Puede empezar con acciones que parecen pequeñas o sin importancia, como empujar, pellizcar o jalar el cabello, y luego ir escalando a actos más graves como golpes, patadas o usar objetos y armas para lastimarla.
La violencia psicológica se manifiesta a través de diversas acciones como gritos, insultos, amenazas, prohibiciones, intimidación, indiferencia, ignorancia, abandono afectivo, celos extremos, humillaciones, descalificaciones, chantajes, manipulación y coerción. Estas conductas buscan ejercer control sobre la víctima, generando sentimientos de desvalorización, inseguridad, dependencia y baja autoestima. A diferencia de la violencia física, la violencia psicológica puede ser más difícil de identificar, pero puede resultar igualmente perjudicial, ya que su impacto es progresivo y, en ocasiones, puede causar daños irreversibles en la personalidad de la persona afectada.
Por ejemplo cuando una persona trata de controlar cuánto dinero gana alguien más o le niega el acceso a recursos económicos sin razón. Hacer que una persona dependa de otra a través del dinero. Por ejemplo, negar dinero suficiente para comer, vestirse o tener un lugar seguro para vivir, negarse a ayudar económicamente con los hijos. Otras manifestaciones de la violencia económica son impedir que alguien trabaje para que no sea independiente económicamente, no reconocer el trabajo doméstico o controlar sus ingresos.
Se ha definido a la violencia intrafamiliar como aquella que contradice la propia naturaleza de las relaciones familiares de amor, afecto y cuidado. Es una violencia que se ejerce abusando de la base de la confianza propia del ámbito afectivo familiar, amparándose en la intimidad y privacidad existente entre agresor y víctima” (Agustina, 2010, p. 3)
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la violencia sexual como: “todo acto sexual, la tentativa de consumar un acto sexual, los comentarios o insinuaciones sexuales no deseados, o las acciones para comercializar o utilizar de cualquier otro modo la sexualidad de una persona mediante coacción por otra persona, independientemente de la relación de esta con la víctima, en cualquier ámbito, incluidos el hogar y el lugar de trabajo”. Son algunas de las malas situaciones que le pueden pasar principalmente a las mujeres, las cuales pueden hacerlas sentir mal o en peligro. Por ejemplo, cuando alguien les dice palabras desagradables, las mira de manera lasciva, las toca sin permiso o las obliga a hacer cosas que no quieren. A veces, esto incluye también golpes o heridas físicas.